La Economía Naranja: El valor de la creatividad
La creatividad desde su concepto gnoseológico se entiende como la capacidad de crear: Generar ideas novedosas, ser originales, flexibles e innovadores. Es una cualidad humana que termina siendo una herramienta para la resolución de conflictos, una invitación a ver más allá, a pensar fuera de la caja…
Sin embargo, ¿Qué ocurre cuando la creatividad más allá de ser una cualidad se transforma en un insumo dentro de una cadena productiva? Esto se llama Economía Naranja, un concepto que invita a entender el valor de lo intangible y de cómo las ideas generan riquezas.
Cuando hablamos de economía naranja hablamos de industrias culturales (artes plásticas, música, artes escénicas, cine, literatura, fotografía) y también de industrias que a pesar de no ser consideradas culturales propiamente sí tienen una característica en común con ellas, y es la de presentar a la creatividad como insumo principal en su cadena productiva (diseño en todas sus manifestaciones, publicidad, videojuegos).
Adicionalmente se está empezando a estudiar también la “tipología de actividad económica” (1) para saber qué se puede incluir dentro de la economía naranja, es decir, se está estudiando cómo el valor de la creatividad está presente en otros sectores económicos más tradicionales, y a partir de ahí comenzar a medir qué tanto valor le aporta la creatividad a un producto o servicio específico. De esta forma se podría medir el valor que le otorga el diseño de un auto en su precio final, o cómo el diseño está presente en la física o en la medicina, sólo por mencionar algunos ejemplos.
La creatividad está en todo y resulta fundamental comprender que es generadora de valores sociales y económicos, actualmente se habla que la economía creativa produce tres veces más riquezas que los miembros de la OPEP, y está además generando más de veintinueve millones de empleos a nivel mundial.
Sin embargo hay varios mitos que deben romperse, el primero es el de creer que estas economías sólo son aplicables a países desarrollados; si bien es cierto que estos países son los que generan más valor en bienes y servicios creativos, se está notando también que la mayor tasa de empleos creativos se está generando en países en vías de desarrollo, lo que supone una gran promesa económica para Latinoamérica. (1)
También hay que romper con la vieja mentalidad de la revolución industrial, como menciona José Luis Cordeiro, estamos pasando de la “manofactura” a la “mentefactura”, pues el valor ya no está en los productos sino en las ideas, estamos en una época donde la robótica está tomando fuerza y donde el trabajo de la mano de obra puede ser fácilmente reemplazado por nuevas tecnologías, es por esta razón que debemos apostar a lo que nos diferencia de una máquina: Nuestro conocimiento y creatividad. Tal como señala Felipe Buitrago “mientras las máquinas son cada vez mejores en ser máquinas, las personas tenemos que ser cada vez mejores en ser humanos”.
Por lo tanto, cuando se habla de economía naranja, se habla de ser más humanos, de creer en economías sostenibles que sean más responsables con la sociedad y con el medio ambiente, de crear identidades como sociedad, de mostrar quiénes somos a través de nuestros talentos. Es una economía que tiene grandes retos, pues resulta complejo medir lo intangible, sin embargo es una economía que quiebra las viejas estructuras sociales, ya que más allá de las oportunidades educativas o económicas de una persona se apuesta a la generación de valor a través del uso creativo, lo que sin duda parece ser una promesa ante los nuevos esquemas globales.
Melany Kors
@korsmelany
Fuentes: Banco Interamericano de Desarrollo (BID)